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Cómo León Tolstói defendió a un soldado condenado a muerte y fracasó

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El caso se le metió al escritor entre ceja y ceja durante el resto de su vida e influyó radicalmente en su cosmovisión, en su encrucijada espiritual.
Cómo León Tolstói defendió a un soldado condenado a muerte y fracasó

Un cálido día en la parte central de la Rusia imperial. Soldados de una guarnición local vuelven a sus cuarteles para refrescarse y sumirse en la adormecedora rutina militar para matar el tiempo hasta que estalle una nueva guerra, en la que un cacique alce su voz para recordarle al pueblo que la patria les necesita. 

El día 6 de junio de 1866, en el 65 regimiento de infantería moscovita acantonado en la provincia de Tula, cerca de la finca Yasnaya Polyana, era igual. El escribano del regimiento y degradado hasta soldado raso Vasili Shabunin sigue con su costumbre y vierte alcohol en su cuerpo. El calor hace su trabajo, con Shabunin tambaleándose y vagueando en estado de embriaguez. Enojado hasta no poder más con su jefe, el escribano decide ajustar cuentas y golpea en la cara al oficial hasta hacerlo sangrar. De inmediato, termina en el calabozo sin darse cuenta de que su acción hace que ahora su vida penda de un hilo

En esta nueva historia de Huellas Rusas, seguimos nuestra tradición de relatar las epopeyas de personajes prominentes a través de episodios particulares. Por tanto, los que buscan un resumen de la biografía de León Tolstói aquí, quizás queden decepcionados, pero creemos firmemente que a veces merece la pena dar espacio a los peones, porque sin ellos, los reyes son como tigres sin colmillos. 

Entonces, ¿qué papel jugó el titán de la literatura rusa en el caso de Shabunin, que fue muy resonante en la Rusia de entonces?  En síntesis, Lev Nikoláevich se ofreció para ser su defensor ante el tribunal militar de campaña, pero fracasó, cometió un error burocrático que hizo que el culpable acabara ejecutado por un pelotón de fusilamiento. El caso se le metió al escritor entre ceja y ceja durante el resto de su vida y seguramente influyó en el cambio radical de su cosmovisión, es decir, en su encrucijada espiritual. 

El soldado y la época

Antes de pasar directamente al caso de Shabunin, profundicemos en el contexto. Primero, era la época de las grandes reformas del zar Alejandro II, que abarcaban todas las esferas, incluida, obviamente, la militar. Una de las áreas que el ministro castrense de entonces, Dmitri Milyutin, se propuso transformar fue el inhumano sistema de penas y castigos. 

Así, se anularon los azotes con palos, los llamados 'schpitsruteny', mientras que se inició la creación de cárceles para efectivos de bajo rango que eran reincidentes. Otras medidas incluían el envío de los sancionados a compañías correccionales con el objetivo de reeducar a los militares, lo cual venía acompañado de estímulos monetarios por sus labores. 

No obstante, si se trataba de algo grave, el inculpado podía ser juzgado por tribunales de campaña incluso en tiempos de paz, lo que, por lo general, significaba dictámenes más severos. 

Esto es lo que ocurrió en el caso de Vasili Shabunin, pero sería injusto pintar a este soldado como una oveja inocente, algo que nunca intentó hacer el propio abogado Tolstói, quien había estudiado bien sus antecedentes. Los historiadores del caso señalan que, aunque el soldado sirvió en el Ejército durante 12 años, nunca se había destacado por su disciplina, manifestando siempre su prioridad: el alcohol, una adicción que finalmente lo llevó a la tumba. 

Si bien años antes Shabunin fue ascendido y estaba camino de convertirse en oficial, sus borracheras redujeron a cero todos sus esfuerzos para alcanzar esa meta. Un día, le pillaron con las manos en masa luego de robarle el uniforme a un colega, venderlo y gastar el dinero en vodka. 

Finalmente, meses antes del fatídico incidente, lo designaron como escribano del regimiento, pero su obediencia militar seguía dejando que desear. Encima, su jefe, el capitán de origen polaco Boleslav Yasevich, le obligaba continuamente a rehacer los documentos. Sí, el rigor y la altanería del oficial tampoco generaba entusiasmo en los demás miembros de la unidad, que lo percibían como un forastero.

Odio mutuo

"Los oficiales subalternos de la 2.ª compañía, casi con lágrimas en los ojos, pedían al coronel que los trasladara a otras compañías; decían que Yasevich estaba literalmente torturando a los soldados, atormentándolos y, por supuesto, atormentándose a sí mismo durante todo el día entrenando, disparando y demás. Pero si esto es cierto, ¿se puede culpar a un oficial tan celoso por su actitud ante los deberes del servicio y el cumplimiento de su juramento? Se lo debería alentar y recompensar por ello, pero al capitán no se lo alentó ni recompensó... simplemente se lo olvidó... Los soldados lo odiaban profundamente en secreto", recordaba uno de los militares que servía en el regimiento de Shabunin.

Con este telón de fondo, llegamos a la diatriba judicial. Lamentablemente para Shabunin, el caso llegó hasta el escritorio del emperador. Era ya el segundo caso semejante en poco tiempo, por lo que se creaba la sensación que la disciplina en el Ejército estaba en caída libre. Ante ello, el zar ordenó enjuiciar a Shabunin en un tribunal militar de campaña, encontrando también una excusa formal: la guerra que llevaba Rusia contra el kanato de Kokand en Asia Central. 

Tolstói y la jurisprudencia: ¿dos mundos paralelos?

Volviendo a Tolstói, ¿cómo se erigió como un jurista? Las normativas de los juzgados militares de entonces permitían al acusado elegir a un defensor sin criterios estrictos. Por su parte, Lev Nikoláyevich tampoco llegaba sin cimientos jurídicos, ya que cursó dos años y medio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kazán. No completó sus estudios, pero sabía navegar las aguas

Ahondando en los pormenores del caso, Tolstói creía que la causa principal del conflicto que terminó en una riña física no fueron solo los estrictos y excesivos requisitos del servicio, sino también unas relaciones "muy difíciles de hombre a hombre" y un "odio mutuo". El autor de 'Guerra y Paz' era muy claro: Vasili Shasbunin violó gravemente la ley de entonces, pero aspiraba a conseguir clemencia para el soldado, alegando en su declaración los trastornos mentales de Shabunin, agudizados por su desbordado consumo de alcohol. 

¿Clemencia para un loco?

"Shabunin no está sujeto a la locura permanente evidente en el examen médico, pero su estado mental está en una condición anormal. El acusado no tiene gustos ni predicciones, nada le interesa. En cuanto tiene dinero y tiempo, bebe vino, y no en compañía de compañeros, sino solo. Adquiere el hábito de la bebida a partir del segundo año de su servicio", exponía Lev Nikoláyevich. 

La cercanía del procesado al estado de locura fue la línea argumental del abogado, quien reconocía la culpa a Shabunin, pero al mismo tiempo resaltaba los fallos de un sistema que no supo rescatar a uno de sus peones, los cuales, con todos sus defectos, eran los verdaderos sostenes del Imperio. 

"Llega a la idiotez total, solo lleva la apariencia de un hombre, sin propiedades ni intereses de humanidad. Durante todo el día, con un calor de 30 grados, este físicamente sanguíneo sano se sienta en una choza mal ventilada y escribe uno o dos informes y los vuelve a escribir. Todos los intereses de Shabunin se centran en las palabras de los informes y en las exigencias de los comandantes de compañía. Los días enteros que se extienden sin sentido para él no le dan tiempo ni para almorzar ni para dormir a veces. El trabajo no le pesa, sino que solo le lleva a un estado de estupor cada vez mayor", insistía Tolstói. 

Por otra parte, el letrado defendía en su alocución un argumento que, incluso visto desde hoy, no pierde su actualidad: que el ambiente había puesto al escribano en una especie de hibernación hasta tal punto que no era capaz de ser consciente de su crimen y sus consecuencias.

Batalla contra la burocracia

Tras escuchar a Tolstói, los tres jueces se dividieron: dos votaron por la pena de muerte, mientras que el tercero, el suboficial Aleksandr Stasyulevich, quien conocía al escritor de la guerra del Cáucaso, votó en contra. El mero hecho de que el veredicto no era unánime infudió la esperanza de poder apelar. Pero en ese momento se evidenció la falta de experiencia o de conocimientos jurídicos de Tolstói: escribió una misiva a cercanos a la corte en un intento de buscar justicia ante la corona, pero, con las prisas, cometió un error puramente burocrático al no indicar adecuadamente el nombre del regimiento.

Mientras los burócratas del Estado lidiaban con las formalidades, la condena se ejecutó rápidamente. La mañana del 9 de agosto, el soldado raso del 65.º regimiento de infantería moscovita Vasili Shabunin fue conducido ante su formación para escuchar la sentencia. Acompañado por un sacerdote y vestido con una túnica negra, el soldado se persignó varias veces y escuchó el fallo con calma. Luego, vino la hora de formalidades: le ataron las manos y vendaron los ojos. Sonaron los tambores y el pelotón de fusilamiento ejecutó el veredicto.

Movimiento tolstoiano

Años más tarde, ya en el ocaso de su vida, en mayo de 1908, Tolstói, que para entonces se había enemistado con su mujer, con el zar, la Iglesia y buena parte de la sociedad, reconocía a uno de sus biógrafos que el caso de Shabunin tuvo más impacto que todos los acontecimientos aparentemente más importantes de su vida, al tiempo que se flagelaba a sí mismo por el discurso de defensa ofrecido en el tribunal, diciendo que debería haber pedido al zar Alejandro II indultar no a Shabunin, sino a sí mismo, por participar involuntariamente en todos los crímenes que se cometieron "en virtud de la ley". 

"Sí, me horrorizó e indignó leer ahora mi miserable y repugnante defensa. Hablando de la ofensa más manifiesta de todas las leyes de Dios y del hombre, que algunos hombres se disponían a cometer contra su hermano, no encontré nada mejor que hacer que referirme a unas tontas palabras, escritas por alguien, llamadas leyes", contaba amargamente Tolstói.

En el mismo escrito, Lev Nikoláyevich reiteraba su postulado de no violencia, la esencia del movimiento tolstoiano, arremetiendo otra vez contra el Estado y posicionándose como un predicador. 

"Con el caso de Shabunin, sentí por primera vez, en primer lugar, que toda violencia presupone para su realización el asesinato o amenazar con este, y que, por tanto, toda violencia está inevitablemente relacionada con el asesinato. En segundo lugar, que una política inconcebible sin el asesinato es incompatible con el cristianismo. Y tercero, que lo que llamamos ciencia es solo una justificación tan falsa del mal existente como lo era antiguamente la enseñanza de la Iglesia", aseveraba el filósofo, quien dejó un mensaje claro: "No tengan miedo de los que destruyen el cuerpo, sino de los que arruinan tanto el cuerpo como el alma".

Si quieren conocer más historias de este tipo, pueden escucharlas en el podcast 'Huellas Rusas', disponible en la mayoría de las plataformas correspondientes. 

Timur Medzhídov

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