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El día en que Stalin empezó a creer en Dios

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El líder soviético no se dirigió al pueblo el 22 de junio de 1941, el día que las tropas de Hitler invadieron el país. Sin embargo, su primer mensaje tras el inicio de la Gran Guerra Patria marcaría un antes y un después.
El día en que Stalin empezó a creer en Dios

El 22 de junio de 1941, los ciudadanos de la URSS esperaban un mensaje. Su país acababa de ser invadido por las hordas hitlerianas, que habían devorado países europeos enteros en cuestión de días y de semanas. Sin embargo, este mensaje tan deseado no llegó: Iósif Stalin permaneció en silencio aquel día, siendo el entonces comisario de Relaciones Exteriores, Viacheslav Mólotov, quien salió al paso, interviniendo por radio con una declaración que intentó inyectar dosis de tranquilidad al pueblo soviético. 

Los historiadores siguen divididos sobre si Stalin, tras calcular mal las intenciones de Hitler y desestimar las numerosas advertencias de sus agentes de inteligencia, se aisló durante las primeras convulsas jornadas de la guerra, cayendo en un estado de postración o si estaba trabajando arduamente y decidió dirigirse a la población solo tras evaluar la situación en el frente y delinear sus próximos pasos para contener y, finalmente, derrotar al Ejército nazi. 

En este episodio de 'Huellas Rusas' nos alejaremos de estos acalorados debates, para centrarnos en unas palabras que, a simple vista, podrían pasar desapercibidas. Porque, el momento en que Stalin se dirigió finalmente al pueblo, el 3 de julio de 1941, marcó un antes y un después para él mismo, un ateo obstinado que durante décadas había denostado y perseguido a los representantes de la iglesia ortodoxa rusa.

Del seminario a la revolución

Stalin nació en lo que hoy denominaríamos una familia disfuncional, en la que su padre, totalmente poseído por su adicción al alcohol, pegaba a su mujer, que desempeñaba trabajos precarios sin poder salir de un ambiente lleno de desavenencias. Cuando llegó la hora, el joven Iósif fue enviado primero a una escuela religiosa y después a un seminario en lo que hoy es la capital de Georgia, Tiflis. Fue en esta urbe donde se contagió de la rabia revolucionaria, pasando pronto a tener un estatus ilegal, mientras las clases le servían como una especie de fachada para no atraer tanta atención de la gendarmería.

Con el triunfo de la revolución, Stalin abanderó con Lenin y también después de la muerte del ideólogo bolchevique, la lucha antirreligiosa en el país, que se tradujo en la destrucción de iglesias y en la conversión de templos en establos, librerías, casas de ocio o almacenes, así como en el encarcelamiento y fusilamiento de jerarcas eclesiásticos, y en la difusión de la propaganda atea en todas las plataformas disponibles de la época. La cima simbólica de este oscuro período llegó en diciembre de 1931, cuando fue volado el edificio original de la monumental catedral de Cristo Salvador en Moscú.

¿Solo dos palabras?

Pese a toda esta ola de persecución, la fe seguía incrustada en el ADN de gran parte de la población soviética. Y Iósif Vissariónovich, el antiguo estudiante de seminario, lo sabía mejor que nadie. Quizá esa fuera la razón por la que el 3 de julio de 1941, el 'vozhd' arrancó su discurso, que los altavoces difundieron por todo el país, con las siguientes palabras: "¡Camaradas! ¡Ciudadanos! ¡Hermanos y hermanas! ¡Combatientes de nuestro Ejército y nuestra Marina! ¡Me dirijo a Ustedes, amigos míos!".

Al leer estas líneas, algunos incluso llegaron a decir que se trató de un arranque bastante inclusivo para un personaje como Stalin. Pero lo que confiere a esta historia una dimensión más personal es que la versión inicial del borrador del discurso de Stalin solo incluía la fórmula oficial de "camaradas", por lo que la apelación a los "¡hermanos y hermanas!" no fue una coincidencia. Se trató de un llamado espiritual a unirse frente al enemigo común con la reconciliación, al menos temporal, de diferencias ideológicas. Y, tal y como quedó demostrado por la historia, esta vez el 'vozhd' acertó.  

Stalin, que en aquel primer discurso llegó a plantear preguntas bastante incómodas para sí mismo y para el Gobierno sobre el repliegue inicial del Ejército Rojo de sus posiciones, así como sobre la violación del pacto de no agresión firmado entre la URSS y la Alemania nazi en 1939, intentando disipar las dudas con un llamado a luchar e invocando la fe en sus propias fuerzas, apeló también al carácter crucial del rol de la iglesia ortodoxa. Y no se trata de ninguna exageración: durante la guerra, la iglesia ortodoxa rusa no solo ayudó al Ejército Rojo en un plano espiritual, sirviendo como un pilar patriótico más, sino que lo hacía también en la práctica, con masivas campañas de recaudación de dinero para el ensamblaje de tanques y otra maquinaria de guerra, al tiempo que cuidaba a niños huérfanos o con padres que luchaban en el frente.

Uno de los ejemplos que mejor ilustra el compromiso de la iglesia con la causa común fue la colecta de donaciones para enviar al frente toda una columna de legendarios tanques T-34-85. La iniciativa arrancó a principios de 1943 y permitió recaudar, además de numerosos objetos de valor, más de 8 millones de rublos con los que se pudo ensamblar 40 carros de combate que fueron entregados al Ejército en marzo de 1944. La columna estaba cargada de simbolismo, ya que llevaba el nombre de Dmitri Donskói, el príncipe de Moscú que aplastó a los mongoles en la crucial batalla de Kulikovo en el año 1380, lo que abrió el camino para la liberación de Rusia del yugo mongol-tártaro. 

Durante la ceremonia de entrega de tanques, uno de los jerarcas, que se refirió a Stalin como "nuestro querido y genial 'vozhd'" y "nuestro padre común", se dirigió a los soldados en los siguientes términos: "¡Que estas máquinas de combate, guiadas por vuestra voluntad de victoria, firme como el granito, lleven la venganza y la muerte a los verdugos fascistas de nuestro pueblo, que han destrozado y bañado en sangre parte de nuestra sagrada patria, a estos satanistas, enemigos de la cultura y la felicidad del pueblo, enemigos de la humanidad, indignos de llevar el nombre de humanos, indignos de vivir en la tierra!"

La visita nocturna que 'resucitó' al patriarcado

Por aquel entonces, en la primavera de 1944, la iglesia ortodoxa rusa vivía inmersa en una nueva realidad, muy diferente a la de los años anteriores con llamados a ejecutar unos planes quinquenales impíos. El 4 de septiembre de 1943, Iósif Stalin había recibido en visita nocturna (tal y como solía hacer casi siempre) a varios jerarcas de la iglesia, incluido el metropolita Sergio. ¿Cuál fue el resultado? Una breve nota del periódico oficial Pravda resaltaba el hecho de que el 'vozhd' "se mostró comprensivo con las propuestas" de los tres jerarcas invitados y "afirmó que el Gobierno no pondría obstáculos al respecto". Pero pronto estas frases oficiales cobraron forma: la iglesia finalmente pudo elegir a su nuevo líder, convirtiéndose Sergio en el patriarca de Moscú y todas las Rusias, al tiempo que se permitió la edición de la revista del patriarcado, así como la convocatoria de cursos teológicos. Asimismo, empezaron a abrirse algunas iglesias que llevaban clausuradas desde la revolución. 

Fue la segunda vez en el siglo XX que Rusia era testigo de la restauración del patriarcado, institución que fue abolida durante el reinado de Pedro el Grande y recuperada por primera vez en 1917 en los tumultuosos tiempos revolucionarios. Pero con Stalin y las autoridades soviéticas todo era distinto: al fin y al cabo los monarcas rusos siempre se han apoyado en la iglesia ortodoxa, transfiriendo la gobernanza eclesiástica a un órgano del poder denominado Sínodo. Y ahora, tras décadas de propaganda ateísta con un sinfín de mensajes de todo tipo que hacían burla de la iglesia como tal, el 'vozhd' incluso autorizó la apertura de una cuenta de la iglesia en el banco estatal. ¿Con qué objetivo? Justamente para recaudar los fondos que luego irían destinados a fabricar los tanques de la columna de Dmitri Donskói. A simple vista, parecía un hecho irrelevante, una cláusula técnica. Sin embargo, en este caso el tecnicismo sí importa, porque, básicamente, por primera vez, desde la toma del poder por los bolcheviques, la iglesia, como estructura centralizada, fue reconocida como persona jurídica, si bien con derechos limitados.

Sería justo mencionar que, tras aquel decisivo encuentro, los dirigentes de la iglesia ortodoxa vertieron cumplidos hacia el 'vozhd', destacando "el histórico día" de su cita con "gran líder de todo el pueblo ruso que conduce a la patria hacia la gloria y la prosperidad". "La Iglesia rusa nunca olvidará que el líder reconocido por todo el mundo [...] levantó el ánimo de todos los clérigos para que trabajaran aún más exitosamente por el bien de la querida patria. En nombre de la Iglesia rusa, le expresamos nuestro más sincero agradecimiento. ¡Que Dios le conserve durante muchos años, querido Iósif Vissariónovich!", rezaba la carta enviada por los jerarcas. 

¿Dmitri o Dimitri?

Para concluir, nos remontamos a una fecha que, aparentemente, poco tiene que ver con la fe y la iglesia en general. Hablamos del 7 de noviembre de 1941, el día en que las tropas soviéticas marcharon por la Plaza Roja en un legendario desfile que se desarrolló con el enemigo a las puertas de la capital y que mostró a todo el mundo que el Ejército Rojo no se daba por vencido. Sin embargo, el episodio que nos interesa es la intervención del propio Stalin.

En la parte final de su discurso, el líder soviético, en su intento por animar a las tropas, evocó el glorioso pasado militar de los tiempos zaristas: "La guerra que libran es una guerra de liberación, una guerra justa. Que les inspire en esta guerra la valiente imagen de nuestros grandes antepasados: Alexandr Nevski, Dimitri Donskói, Kuzma Minin, Dimitri Pozharski, Alexandr Suvórov y Mijaíl Kutuzov". 

Sí, en la lista de héroes militares rusos figura Dmitri Donskói, cuyo nombre también abanderaba la columna de tanques creada a partir de los fondos recolectados por la iglesia. Pero aún más fascinante resulta el hecho de que en la versión oficial del discurso publicada en el Pravda (en la versión audiovisual también se oye, pero peor) el nombre de Donskói figura no como Dmitri, sino Dimitri, es decir, en la lengua eslavo eclesiástica

Quienes deduzcan que la restitución del patriarcado supuso que las relaciones entre la iglesia y el Gobierno soviético se normalizaron por completo, dejando atrás los años de persecución, están equivocados. Sin embargo, en el momento más decisivo de la historia del país, las dos partes fueron capaces de limar asperezas, con un Stalin que volvió sus ojos a sus años de seminario y una iglesia que trataba de convivir, y no solo de sobrevivir, como había hecho hasta entonces. 

Si quieren conocer más historias de este tipo, pueden escucharlas en el pódcast 'Huellas rusas', disponible en la mayoría de las plataformas correspondientes.

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