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Manipulación mediática: lado a lado con armas mortales
Aunque en la historia abundan los ejemplos sobre manipulación en los medios de comunicación a favor de intervenciones militares, una y otra vez la opinión pública continúa siendo vulnerable ante las tecnologías de distorsión mediática.
El cerco sobre el régimen sirio se va estrechando. Y no sólo en el ámbito diplomático, sino también en el mediático. Basta recordar la foto de decenas de cadáveres tomada en Irak en 2003, usadas por BBC para ilustrar la matanza en la ciudad siria de Houla o numerosos videos en YouTube que muestran a rebeldes… regresando de la muerte.
“La comunicación es un arma. Cada frase se convierte en una bala que da en el blanco”, afirma especialista en comunicaciones Jacques Seguela.
Según él, los términos de propaganda han llegado a ser términos de guerra, porque cualquier guerra ahora se transmite con “imágenes en directo” y estas imágenes pueden influir en la opinión del mundo.
“Usted inclusive puede hacer un simulacro de una masacre que no ha ocurrido porque es muy fácil presentar la información errónea durante la guerra”, agregó.
En 1990, durante la Guerra del Golfo Pérsico, una chica llamada Nariyah contó su historia de lo que los soldados iraquíes hacían con los niños en un hospital kuwaití. Sus palabras fueron ampliamente divulgadas y citadas por muchos políticos, que justificaban su apoyo a Kuwait en la guerra.
“Agarraron las incubadoras y dejaron a los niños muriendo en el suelo frío”, dijo la niña en aquel entonces.
Aquella noche, esas palabras fueron transmitidas por las cadenas ABC y NBC, y vistas por al menos 35 millones de estadounidenses. Siete senadores citaron estas palabras para apoyar el uso de la fuerza contra Irak. El entonces presidente George Bush mencionó esta historia al menos 10 veces durante las siguientes semanas. Resultó que la niña era la hija del embajador kuwaití en Estados Unidos, y su declaración era parte de la campaña mediática, iniciada por una agencia estadounidense de relaciones públicas para el gobierno de Kuwait.
“Es depresivamente fácil vender la guerra. Actualmente hasta se ha vuelto un hábito. Aún a pesar de que todos nosotros sabemos que todo sobre la guerra en Irak es una mentira, toda la gente está feliz de creer en todo lo que se dice de los terceros países”, comenta John Laughland, uno de los dirigentes del Instituto por Democracia y Cooperación (París).
Empresas de relaciones públicas y otros instrumentos de propaganda que pintan una realidad distorsionada, facilitando las invasiones militares promovidas por líderes políticos, no son una novedad. Mientras, se hace más urgente una efectiva comunicación, es muy fina la línea que separa a la verdad de lo que es una manifiesta manipulación.
Por ejemplo, el pretexto de la supuesta existencia de armas de la destrucción masiva justificó la injerencia militar occidental en Irak en 2003.
“Para un telespectador hay chicos buenos y chicos malos. Nos están saturando una y otra vez con las mismas imágenes. Es aquí donde son buenos: satisfaciendo a la audiencia sin exponer una agenda real”, explica el periodista independiente Moe Seagers.
Aunque la historia está llena de ejemplos, muchos son los que consideran que la memoria colectiva es corta.
La realidad tiene una amplia gama de grises, no es ni negra, ni blanca, siempre depende del ángulo que se le mire. Pero cuando se pone en marcha la máquina militar de las corporaciones mediáticas, la verdad se aleja. Esto podría ser tolerable, si su saldo no se cobrara en vidas de civiles inocentes.
“La comunicación es un arma. Cada frase se convierte en una bala que da en el blanco”, afirma especialista en comunicaciones Jacques Seguela.
Según él, los términos de propaganda han llegado a ser términos de guerra, porque cualquier guerra ahora se transmite con “imágenes en directo” y estas imágenes pueden influir en la opinión del mundo.
“Usted inclusive puede hacer un simulacro de una masacre que no ha ocurrido porque es muy fácil presentar la información errónea durante la guerra”, agregó.
Nariyah
En 1990, durante la Guerra del Golfo Pérsico, una chica llamada Nariyah contó su historia de lo que los soldados iraquíes hacían con los niños en un hospital kuwaití. Sus palabras fueron ampliamente divulgadas y citadas por muchos políticos, que justificaban su apoyo a Kuwait en la guerra.
“Agarraron las incubadoras y dejaron a los niños muriendo en el suelo frío”, dijo la niña en aquel entonces.
Aquella noche, esas palabras fueron transmitidas por las cadenas ABC y NBC, y vistas por al menos 35 millones de estadounidenses. Siete senadores citaron estas palabras para apoyar el uso de la fuerza contra Irak. El entonces presidente George Bush mencionó esta historia al menos 10 veces durante las siguientes semanas. Resultó que la niña era la hija del embajador kuwaití en Estados Unidos, y su declaración era parte de la campaña mediática, iniciada por una agencia estadounidense de relaciones públicas para el gobierno de Kuwait.
Una línea fina
“Es depresivamente fácil vender la guerra. Actualmente hasta se ha vuelto un hábito. Aún a pesar de que todos nosotros sabemos que todo sobre la guerra en Irak es una mentira, toda la gente está feliz de creer en todo lo que se dice de los terceros países”, comenta John Laughland, uno de los dirigentes del Instituto por Democracia y Cooperación (París).
Empresas de relaciones públicas y otros instrumentos de propaganda que pintan una realidad distorsionada, facilitando las invasiones militares promovidas por líderes políticos, no son una novedad. Mientras, se hace más urgente una efectiva comunicación, es muy fina la línea que separa a la verdad de lo que es una manifiesta manipulación.
Por ejemplo, el pretexto de la supuesta existencia de armas de la destrucción masiva justificó la injerencia militar occidental en Irak en 2003.
“Para un telespectador hay chicos buenos y chicos malos. Nos están saturando una y otra vez con las mismas imágenes. Es aquí donde son buenos: satisfaciendo a la audiencia sin exponer una agenda real”, explica el periodista independiente Moe Seagers.
Aunque la historia está llena de ejemplos, muchos son los que consideran que la memoria colectiva es corta.
La realidad tiene una amplia gama de grises, no es ni negra, ni blanca, siempre depende del ángulo que se le mire. Pero cuando se pone en marcha la máquina militar de las corporaciones mediáticas, la verdad se aleja. Esto podría ser tolerable, si su saldo no se cobrara en vidas de civiles inocentes.
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