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La caída de Siria y la contradicción de la multipolaridad

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La caída de Siria y la contradicción de la multipolaridad

En las últimas semanas han pasado décadas en Siria. La caída del país tomó a todos por sorpresa, sin importar qué opinión tuviesen sobre el gobierno de Bashar al Assad.

Inicialmente, la imagen de los ministros de relaciones exteriores de Rusia, Irán y Turkiye, en Astana, dio el mensaje de que los dos aliados más importantes de Siria habían abandonado a al-Asad. Las reacciones furiosas de muchos fuera de Occidente no se hicieron esperar, tildando a ambos países de traidores. Algunos, además, incluyeron en sus reacciones a China.  Muchos se preguntaron si supuestamente estamos en un mundo multipolar, así sea incipiente, ¿por qué no intervinieron?

Sin embargo, la multipolaridad no funciona así. La idea de un mundo multipolar es que existan polos de poder en el mundo que interactúen entre sí en materia económica y cultural; mientras que, se respetan las dinámicas políticas regionales. Otro valor fundamental es el de la no intervención en asuntos internos. Décadas de hegemonía estadounidense y siglos de colonización occidental, nos han hecho normalizar que un país se meta donde no son invitados.

Las visiones en disputa sobre el territorio sirio 

Con el pasar de los días, periodistas y analistas especializados en Asia occidental empiezan a reconstruir los hechos. Si bien hay muchos vacíos aún, ahora sabemos que la caída de Siria se debió a fisuras internas y regionales.

La posición estratégica de Siria ha hecho que siempre fuera un botín disputado por países occidentales. EE.UU. los ha tenido en la mira y en los últimos años, ha gastado de miles de millones de dólares en intentar derrocar al gobierno; sin embargo, estos no fueron los únicos.

Por un lado, los sueños del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, de resucitar una nueva versión del imperio otomano lo han llevado a financiar, albergar y entrenar a grupos terroristas en territorios donde habitan pueblos túrquicos o que alguna vez fueron parte del antiguo imperio. Lo mismo hicieron con el Partido Islámico del Turquestán en la región autónoma de Xinjiang en China, pero sin éxito. Siria es parte de lo que ellos consideran su esfera de influencia.

La posición estratégica de Siria ha hecho que siempre fuera un botín disputado por países occidentales. EE.UU. los ha tenido en la mira y en los últimos años, ha gastado de miles de millones de dólares en intentar derrocar al gobierno.

Cuando empezó la "guerra sucia" contra Siria, los países del Golfo Pérsico apoyaron y financiaron a grupos wahabitas para intentar derrocar a al Assad. Hoy, Catar sigue financiando a esos grupos, en coordinación con Turquía, pero el país más importante, Arabia Saudita, dio un giro en su política.

El príncipe heredero, Mohammed bin Salmán (MbS) y líder de facto del reino está intentando implementar un cambio en el país con la llamada Visión 2030. Un requisito indispensable para alcanzarla es tener una región estable y pacificada la cual incluye el territorio sirio.

Por ello, dejaron de financiar a grupos wahabitas. En 2023, se restablecieron relaciones diplomáticas con Irán y normalizaron relaciones con la Siria de Bashar al Assad, incluyendo la reincorporación del país a la Liga Árabe. No por ello, los condicionamientos cesaron. En 2023, al Assad cerró la embajada yemení ligada a Ansar Allah debido a que Arabia Saudita lo puso como condición para brindar ayuda humanitaria.

Es sabido, además, que los saudíes consideran al Eje de la Resistencia como un elemento disruptivo en la implementación de su visión. Si bien Irán está en Asia Occidental, al ser un país de mayoría persa y chiita, muchos árabes sunníes los consideran como ajenos a la región.

Esto explicaría por qué Bashar al Assad tampoco aceptó que Hezbolá abriera un frente en los Altos del Golán cuando la organización decidió apoyar la lucha de Hamás en Gaza después del 7 de octubre de 2023. Según el periodista Elijah J. Magnier, al Assad cambió con Hezbolá al negarse a que se lancen misiles desde Siria para evitar otra guerra en el país. Mientras, se presentaba como alguien que no intervenía y reclamaba que levantaran las sanciones. Pensó que una buena relación con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) podría ser una puerta a que EE.UU. levantase las sanciones que ahogan al pueblo sirio.

El escueto comunicado del expresidente sirio no da explicaciones sobre sus decisiones, pero en retrospectiva tenemos algunas certezas. Tanto Rusia, Irán y Hezbolá intervinieron en Siria por pedido de apoyo de ese país en su lucha contra los grupos fundamentalistas islámicos. Una vez controlada la situación, su presencia empezó a disminuir.

En 2018, el gobierno ruso recomendó a Bashar al Assad modernizar su ejército, pero nunca sucedió. En los siguientes años, Bashar al Assad se acercó a Arabia Saudita y a los EAU mientras redujo la presencia iraní en su país. Al mismo tiempo, se negó a reunirse con Erdogan para tratar la situación en Idlib y la de los kurdos, a pesar de la insistencia de Rusia e Irán.

En los últimos meses, la inteligencia iraní advirtió al gobierno sirio que se estaba gestando un ataque de Hayat Tahrir al Sham (HTS)* desde Idlib y no hicieron caso a las advertencias. Inclusive, en los días previos a su caída, Bashar al Assad se negó a recibir al enviado especial del ayatolá Jameneí, Alí Larijani, y rechazó el ofrecimiento de enviar tropas de apoyo.

Asimismo, mientras HTS avanzaba dentro de territorio sirio, los militares rusos bombardearon las zonas controladas por los grupos terroristas, pero mientras el Ejército sirio iba abandonando sus posiciones, se detuvieron. No podían reemplazar a un ejército que optó por no pelear.

Un regalo para "Israel"

La realidad es que Siria era un muerto viviente. Los años de guerra y sanciones destruyeron la economía y el tejido social. Tanto turcos como saudíes buscaron condicionar a al Assad de diferentes maneras y éste tomó decisiones que enajenaron a Rusia, Irán y al eje de la resistencia.

Con esto, tanto Turquía como los países del Golfo le hicieron el trabajo sucio a EE. UU. y a "Israel". El sectarismo y la falta de visión de los actores regionales involucrados los vuelve a hundir en un caos del cual el proyecto sionista ya está cosechando frutos. Las visiones de ambos contemplan la convivencia con "Israel" y hasta hay indicios para pensar que Turquía ha coordinado con el ente sionista la caída de Siria.

Benjamín Netanyahu había perdido en todos los objetivos estratégicos establecidos al inicio de la guerra, salvo por escalarla a nivel regional. En pocas semanas, dio vuelco a la situación. Ha anexado a "Israel" un territorio mucho más extenso que la Franja de Gaza y ha quebrado al eje de la resistencia.

Tanto los saudíes como los turcos son ilusos en pensar que el sionismo se detendrá ahí. Además, mientras vemos desfilar a diplomáticos europeos y prensa corporativa occidental emitiendo reportajes que blanquean a HTS y su líder, cabe preguntarse si Turquía también quedará desplazado.

La contradicción de la multipolaridad

La caída de Siria ha puesto en evidencia una de las contradicciones del mundo multipolar: la no intervención puede ir en contra de los intereses nacionales, en especial los de seguridad nacional.

El destino de Siria se selló por las decisiones de Bashar al Assad y otros actores regionales que resultaron útiles a los intereses sionistas. A pesar de intentarlo, ni Rusia ni Irán pudieron hacer nada para evitarlo si las decisiones del expresidente sirio iban por otro camino.

El futuro de las bases rusas y su acceso al Mediterráneo es incierto. Por su parte, Irán se ha retirado del país y ha quedado más vulnerable ante los avances sionistas en Asia occidental. Deben prepararse para la llegada de Trump 2.0 en medio de sus problemas políticos internos.

Por otro lado, a lo lejos, China ve caer otro país de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Esta vez, sucedió con la colaboración de grupos fundamentalistas que anteriormente atentaron contra el Estado chino, especialmente en la región autónoma de Xinjiang y que amenazan con volver, con mucha más experiencia.

Es una contradicción que probablemente nunca tenga resolución. La multipolaridad implica que los países vivan en equilibrio constante y que sean capaces de replantear sus estrategias frente a las cambiantes condiciones externas. Para esto, la autosuficiencia, la soberanía y el respeto mutuo serán claves.

 *Entre los países que consideran a Hayat Tahrir al Sham como grupo terrorista figuran EE.UU., Turquía, Rusia e Irán, así como las Naciones Unidas. Hace unos años, Washington ofreció una recompensa de 10 millones de dólares por su líder.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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