El pragmatismo como principio marca la entrada de Mercosur a la 'era Milei'
Las dos fotos centrales de la LXV Cumbre del Mercosur son ilustrativas. Ambas resumen la importancia de la realización del encuentro, su resultado y su futuro, luego de la cita celebrada la semana pasada en Montevideo, Uruguay.
La primera foto refleja el buen ánimo de los presidentes de los Estados parte del ente, junto con Ursula von der Leyen, celebrando el acuerdo sobre el texto que reafirma el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. Una imagen que podría calificarse como de "victoria tardía", debido a que el acuerdo marco tardó 25 años en concretarse. Sin embargo, representa un avance significativo, aunque no concluyente, del prometido arreglo entre ambas regiones.
Este avance deberá pasar ahora por agudos procesos de aprobación definitiva y tendrá que ser presentado ante el Parlamento Europeo y los Estados parte de ambos bloques, que deberán ratificar el acuerdo.
La imagen en cuestión, llena de sonrisas y señales de "buenas vibras", es también la foto del pragmatismo.
Aunque se mantienen reservas sobre las posibilidades reales de que el texto aprobado tenga éxito, tanto los miembros del Mercosur como la presidencia de la Comisión Europea han decidido tomar la iniciativa y enviarle la pelota al tejado de los gobiernos europeos, que se encuentran abiertamente divididos en torno a la firma definitiva del TLC.
La imagen en cuestión, llena de sonrisas y señales de "buenas vibras", es también la foto del pragmatismo. En ella, se pusieron en pausa los enfrentamientos ideológicos entre el presidente argentino, Javier Milei, y sus pares de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de Uruguay, Luis Lacalle Pou; y de Paraguay, Santiago Peña, en favor de un acuerdo con la UE. Allí se comprueba que crear un TLC con Europa es algo que, en el actual momento, tiene el consenso entre las izquierdas y las derechas.
Quizá la sombra que proyecta el electo presidente de EE.UU., Donald Trump, sobre ambas regiones pueda convertirse en un elemento de presión para una culminación exitosa del Tratado, aunque todavía falta mucho para ello.
La segunda imagen
La segunda imagen que representa a la cumbre es la foto de familia, una gráfica de institucionalidad en la que hubo un gran ausente. Lula, en un "intercambio de favores" a Milei, no estuvo en la fotografía, un gesto que dejó claro que no había olvidado el desplante del mandatario argentino, cuando decidió no retratarse en la cumbre del G20, organizada por su par brasileño.
La falta de Brasil en la foto no es menor. Se trata de un país que representa el mercado más robusto e interesante, en comparación con cualquiera de las naciones de ambos bloques. Por ello, la vitalidad del mecanismo podría verse afectada de cara al nuevo período del Mercosur, que será dirigido por Milei.
En la foto resaltan Lacalle Pou y Milei, como representantes de las derechas del continente. Uno, más moderado y saliente; el otro, incorrecto y en pleno mandato. Uruguay le pasa el testigo a Argentina manteniendo la misma propuesta: flexibilizar los estatutos para que los miembros puedan firmar TLC con otros países.
Esa postura, sin embargo, tiene detractores desde el propio Mercosur. Para Lula, flexibilizar estos principios representa la muerte del mecanismo de integración regional. Sin embargo, Lacalle ha insistido en derogar ese corsé normativo porque le impidió a Uruguay la firma de un TLC con China. Milei, que quiere avanzar en este campo, califica al Mercosur actual de "prisión".
De resto, durante la plenaria del encuentro entre los presidentes, se evidenció un debate ideológico en el que sobresalieron los argumentos económicos y sociales de cada enfoque, esta vez con bastante altura en los discursos. No obstante, son posturas irreconciliables, de momento.
Quizá la sombra que proyecta sobre ambas regiones el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, pueda convertirse en un elemento de presión para una culminación exitosa del Tratado.
Ahora la pelota está en el tejado europeo, ya que allí se tendrá que decidir el futuro del acuerdo, en medio de la división política entre gobiernos que se oponen, como Austria, Francia e Italia, y quienes lo apoyan, como España y Alemania. Además, deberán afrontar los cuestionamientos del movimiento campesino y agrícola.
Los sectores del agro europeo consideran que la firma de este tratado abre las puertas de la frontera europea a una "competencia desleal", y esto lo han manifestado activamente con marchas, cierres de fronteras y tomas de capitales, lo que ha generado presión en líderes como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para que se oponga a la firma del TLC.
Así las cosas, lo que pasó en Montevideo la semana pasada puede tener grandes repercusiones en la vida política europea. Por un lado, permitiría el ingreso de manera favorable a un mercado de 300 millones de habitantes, que está siendo captado por la competencia china, lo que podría expandir su producción industrial. Por el otro, puede potenciar un malestar en los sectores rurales y campesinos, que se está convirtiendo en una palanca para el crecimiento de los partidos de derecha radical.
Todavía queda mucha tela para que el TLC Mercosur-UE se convierta en un mecanismo activo, pero ya se ha dado un paso importante. Esa es la principal sorpresa que nos ha dejado la reunión del Parque Rodó, en la costa de Montevideo.
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