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Morir, pero no ceder ante el embate venenoso: el 'ataque de los muertos' de soldados rusos

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"Cuando respirábamos, nos salían sibilancias y espuma sanguinolenta de los pulmones. La piel de nuestras manos y cara burbujeaba", relató uno de los participantes de aquel combate.
Morir, pero no ceder ante el embate venenoso: el 'ataque de los muertos' de soldados rusos

Agosto de 1915. Tras la borrachera patriótica en los primeros compases de la Primera Guerra Mundial, el Ejército ruso sufre una derrota detrás de otra, teniendo que retirarse ante el embate de los alemanes. Para elevar la moral de los soldados, el emperador Nicolás II asume la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas, pero eso no ayuda. La Gran Retirada no cesa y los alemanes toman bajo su control vastos territorios de lo que hoy es Polonia, incluida la capital Varsovia, y Ucrania occidental. 

Empero, en aquellos momentos decadentes hubo un episodio en el que la valentía iba codo a codo con la temeridad. El 6 de agosto de 1915, unas decenas de soldados que defendían la fortaleza de Osovets hicieron lo impensable: sobrevivieron a un ataque masivo con gases venenosos, se levantaron de las trincheras y contraatacaron a las fuerzas enemigas, obligándolas a ponerse en fuga. Esta proeza, convertida en uno de los pocos mitos que quedan de aquella guerra, fue bautizada como el ataque de los muertos y así pasó a la historia. 

Aparte de la batalla por la fortaleza de Osovets, este episodio, en el que no hay un protagonista individual, servirá como puente para el próximo héroe: la máscara antigás inventada por el químico ruso Nikolai Zelinskiy. Su aparato salvó a miles de personas y, aunque pudiese enriquecer sus bodegas con mucha plata, eligió otro camino. No patentó su máscara antigás y lo hizo a propósito."Lo inventé no para atacar, sino para proteger millones de vidas jóvenes del sufrimiento y la muerte", decía. 

Con este tráiler del próximo episodio, volvamos a la muerte, el sudor, el barro y la insensatez. Es decir, a las trincheras de la guerra al alba del 6 de agosto, cuando los contingentes alemanes empezaban a abrir las válvulas por las que salía una niebla de color verde oscuro, por la mezcla de bromo y cloro. 

Fortaleza clave

Las tropas del Káiser del Imperio germano comenzaron su ofensiva contra Osovets, ubicada a unos 50 kilómetros de la ciudad polaca de Belostok, ya en septiembre de 1914. La fortaleza tenía una importancia estratégica, pues cubría las rutas que llevaban a Minsk y, pensando en términos estratégicos, al corazón del Imperio, San Petersburgo. Para aplastar a los rusos, los alemanes desplegaron toda una miríada de piezas de artillería pesada que disparaban miles de proyectiles de cientos de kilos de peso, moldeando así un paisaje lunar con cráteres enormes.

La fortaleza de Osovets, que según algunas estimaciones debía detener al enemigo durante un par de días, resistió durante meses con fortificaciones de hormigón siendo constantemente desmigajadas por el fuego de la artillería. Ante el fracaso de sus planes iniciales, la comandancia alemana decidió recurrir al uso de gases tóxicos, máxime teniendo en cuenta que la misma táctica ya les había permitido infligir pérdidas muy sensibles en el frente occidental. 

Los alemanes aguardaron con prudencia varios días hasta que empezaron a soplar vientos favorables. La nube mortífera se propagó hacia las posiciones rusas en unos cinco-diez minutos a una anchura de 8 kilómetros y hasta 20 en profundidad. Los defensores que estaban en las trincheras no tenían medios eficaces contra el uso de gases: lo único de lo que disponían eran unos trapos con los que se envolvieron la cara.

Era más bien una autosugestión: al fin y al cabo, habían pasado solo unos meses después del primer uso de gases tóxicos, y la maquinaria bélica a ambos lados del frente solo empezaba a asimilar este vertiginoso cambio que, en aquel entonces, parecía tener el potencial para cambiar las reglas del juego. 

Destrucción total

Las primeras dos líneas de defensa se rompieron muy rápidamente. Sí,  para los que estaban en ellas su condena fue sentenciada sin que pudiesen responder. Pero tampoco huyeron. Los alemanes saboreaban ya el olor de la victoria que, a su juicio, estaba muy cerca. Se estima que varias compañías que componían el regimiento Zemlianskiy fueron aniquiladas por completo. En total, las pérdidas alcanzaban los 1.600 efectivos, aproximadamente. 

"La acción de la nube de gas, por una parte, formaba una cortina que ocultaba las aproximaciones del enemigo y, por otra, envenenaba fatalmente todo aquello por donde pasara", recordaba Mijaíl Svéchnikov, oficial del Ejército zarista y participante de aquel combate, en un libro editado ya unos años después. Toda la vegetación de la fortaleza y sus alrededores fue destruida. Todos los objetos de cobre -partes de cañones, obuses y vehículos- se cubrieron con una gruesa capa verde de óxido de cloro, y todos los alimentos se envenenaron.

"No teníamos máscaras antigás, así que los gases nos causaron terribles heridas y quemaduras químicas. Cuando respirábamos, nos salían sibilancias y espuma sanguinolenta de los pulmones. La piel de nuestras manos y cara burbujeaba. Los trapos con los que nos envolvíamos la cara no servían para nada. Sin embargo, la artillería empezó a actuar, enviando proyectil tras proyectil desde la nube verde de cloro hasta los prusianos", reconstruía otro oficial, Alekséi Lepeshkin. 

Las unidades alemanas, compuestas por la llamada 'landwehr' o milicia popular, avanzaban hacia el resto de las posiciones rusas, esperando entrar en la fortaleza sin pegar ni un solo tiro. Al menos así se lo prometía la jefatura, pero esta narrativa chocó con la realidad: varias unidades se dejaron llevar demasiado por la ofensiva y resultaron gaseadas por la misma nube de sustancias venenosas que habían lanzado poco antes. Así de golpe y en plena ofensiva el enemigo perdió a unos mil hombres. 

El contraataque

Precisamente en esos momentos, el cuerpo de oficiales rusos que todavía seguían con vida delineaba un plan de contraataque desde la marcha que cumplía con un requisito clave: el efecto sorpresa.

La arremetida, a la que se sumaron también los restos de dotaciones de artillería, fue encabezada por el oficial Vladimir Kotlinsky. Con un golpe de bayoneta los muertos derribaron a los alemanes de su posición, haciéndolos huir desordenadamente. Sin detenerse, unas decenas de soldados rusos continuaron persiguiendo a varios regimientos alemanes que huían presas del pánico, los sacaron a bayonetazos de las trincheras hasta recuperar por completo las posiciones perdidas. 

"No puedo describir la furia y el frenesí con que nuestros soldados atacaron a los envenenadores alemanes. El fuego pesado de fusiles y ametralladoras, la metralla que estallaba densamente no podían detener la embestida de los soldados enfurecidos. Agotados, envenenados, corrían con el único propósito de aplastar a los alemanes. Aquí no había héroes individuales, las compañías marchaban como un solo hombre, animadas por un único objetivo, un único pensamiento: morir, pero para vengar a los viles envenenadores", describía aquella batalla otro soldado. 

Para las once del mismo 6 de agosto, el silencio se apoderó del campo de batalla. Lo que debía desembocar en un asalto final de Osovets terminó siendo una victoria rusa que, si la miramos a nivel táctico, no cambió nada: las dos partes seguían en las mismas posiciones solo que ahora con las filas escardadas. El oficial Kotlinsky, que dirigió el audaz contraataque a sus 21 años, falleció durante el mismo tras ser alcanzado por una bala. 

Retirada inevitable

"Los prisioneros alemanes capturados durante el asalto con gas dijeron que desde los más altos mandos hasta el último soldado raso de la división que atacaba la fortaleza estaban seguros de que esta vez no habría salvación para la guarnición, que nada podría resistir el poder del veneno de los gases. La certeza de que toda la guarnición perecería era tan grande que los alemanes habían equipado a varias compañías por adelantado para enterrar a los muertos", explicaba el oficial Svéchnikov una de las causas de la escapada del enemigo. 

Algunos podrían pensar que este episodio habrá servido de impulso electrizante para las unidades rusas a lo largo de todo el frente, subiendo su moral. No obstante, pese a este acto de heroísmo, la jefatura militar decidió que mantener la defensa de Osovets era inviable, por lo que a finales de agosto las tropas rusas se retiraron de forma organizada, dejando al enemigo ruinas todavía ardientes. 

La memoria de la Primera Guerra Mundial permaneció y, en cierta medida, sigue en el olvido en Rusia, país que debería figurar entre los triunfadores por sus pérdidas colosales, pero que acabó al borde del abismo y prácticamente desguazado. 

Y esta historia del ataque de los muertos es uno de los pocos episodios que resuenan en la mitología popular acerca de aquel conflicto. Si bien ha sido objeto de disputas con algunos que afirman que todo fue un invento propagandístico por el estilo pintoresco con el que suele ser retratada, aquella hazaña de la decimotercera compañía es un hecho histórico. Claro, nadie gritaba 'hurra', expectorando sus pulmones, pero todos encontraron fuerzas para contraatacar y cumplir con la tarea asignada al costo que fuera.

Si quieren conocer más historias de este tipo, pueden escucharlas en el podcast 'Huellas Rusas', disponible en la mayoría de las plataformas correspondientes. 

Timur Medzhídov

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