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La "soberanía" de EE.UU. y la 'sucia jugarreta' con los gasoductos Nord Stream

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La "soberanía" de EE.UU. y la 'sucia jugarreta' con los gasoductos Nord Stream

El presidente de EE.UU., Joe Biden, aseveró hace solo unos días, en su comparecencia en el Congreso para responder por el Estado de la Unión, que "si China amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger a nuestro país" —justo después de la polémica del globo-espía chino—. Es una frase muy contundente que merece reflexión, sobre todo por lo que significa para la nación norteamericana la "soberanía" y también su cambiante e interesada definición en función de sus intereses.

Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la soberanía es el "poder político supremo que corresponde a un Estado independiente". Un concepto que ha evolucionado desde las sociedades feudales hasta los estados modernos gracias a filósofos como Nicolás Maquiavelo, Jean Bodin, Thomas Hobbes, Juan Jacobo Rousseau, Emmanuel Sieyès o Emmanuel Kant y que ha alcanzado su cenit de hipocresía y cinismo gracias a EE.UU..

Sí, como lo oyen, el globo-espía chino pone en peligro la soberanía norteamericana, aunque la verdad es que más bien pareciera que deja en evidencia su nivel de seguridad.

El nivel de seguridad de un país que es feliz, pues EE.UU., según Biden en la mencionada comparecencia, es "el único país que ha salido de cada crisis más fuerte que cuando entró en ella". Quizás quiso decir 'guerra' en lugar de 'crisis', porque el suyo es un imperio construido a base de destrucción, pero lo cierto es que el presidente norteamericano está contento. No es para menos, pues como es tradición norteamericana, están obteniendo grandes réditos de la guerra: "hemos creado la cifra récord de 12 millones de nuevos puestos de trabajo: en dos años se han creado más puestos de trabajo que los que ningún presidente ha creado en cuatro años". No en vano, la inflación ha bajado del 9 al 6,5 % a finales del año 2022 y el desempleo se situó en el 3,4 % a comienzos de 2023, el mínimo desde 1969.

Pero lo que nos ocupa ahora no es la felicidad norteamericana por sus parabienes debido a las desgracias ajenas, sino el singular concepto de "soberanía" de EE.UU. y el juego sucio que practica para mantenerla —aunque en esencia es lo mismo—. Un concepto bastante expansivo, por usar un eufemismo, ya que los norteamericanos creen que tienen el poder supremo en todo el planeta. ¿Ejemplos? Innumerables.

Ahí va uno: en mayo del año pasado, Joe Biden afirmó que defendería a Taiwán en caso de una invasión militar china. Y si lo pensamos, solo existe una razón para que EE.UU. defienda, en un sistema internacional que otorga el poder supremo a los Estados o las naciones, un territorio ajeno que se encuentra a miles de kilómetros de sus fronteras: considera que posee la soberanía de todo el planeta. Es decir, el poder supremo y absoluto, la capacidad máxima de hacer y deshacer a su antojo, cual soberano.

La destrucción de los gasoductos Nord Stream 

Pero EE.UU. no es solo un soberano que gobierna el planeta como si fuera suyo, sino que, además, carece de escrúpulos —lo que le convierte más bien en un tirano—. El ejemplo más reciente, según el prestigioso periodista norteamericano Seymour Hersh —premio Pulitzer—, famoso por sus publicaciones sobre la guerra de Vietnam, resulta espeluznante: EE.UU. habría sido el responsable del ataque contra los gasoductos del Nord Stream mediante buzos de la Armada durante unas maniobras de la OTAN —Operaciones Bálticas 22 o BALTOPS22—. Además, este ataque ya se encontraba en las mentes de los mandatarios norteamericanos con anterioridad a la guerra de Ucrania, dado que EE.UU. lo consideraba peligroso para sus intereses. Es decir, para su hegemonía. Y habría comenzado a materializarse en diciembre de 2021.

Así, en junio de 2022, buzos de la Armada colocaron explosivos en los gasoductos frente a la costa de la isla de Bornholm durante el mencionado ejercicio de la OTAN —y lo hicieron en colaboración con Noruega—. En un principio, se pensó que estos explosivos detonasen a las cuarenta y ocho horas de ser colocados, destruyendo los cuatro gasoductos, dos del Nord Stream 1 y otros dos del Nord Stream 2 —estos últimos, todavía no operativos—.

Sin embargo, hubo un cambio de planes por miedo a que se hubiera podido relacionar la presencia en la zona de la OTAN con la destrucción de los gasoductos. Por ello, se decidió que los explosivos permanecieran en los gasoductos y fueran detonados meses después. Y así se hizo. Los explosivos C4 fueron activados por una boya de sonar lanzada por un avión noruego el 26 de septiembre del año pasado y pocas horas después detonaron y destruyeron tres de los cuatro gasoductos.

El gas ruso, amenaza contra la 'soberanía' norteamericana

Como es bien sabido, Rusia ha sido siempre una amenaza contra la "soberanía" de EE.UU., por lo que siempre que ha sido posible, los norteamericanos se han opuesto o saboteado las relaciones entre Europa y Rusia. Es por ello que, durante los años 1980, el entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, alzó en numerosas ocasiones la voz contra las relaciones comerciales entre europeos y rusos, en especial las relaciones entre Alemania y Rusia.

EE.UU. ha mostrado en múltiples ocasiones su preocupación por la construcción de los gasoductos Nord Stream 2.

Alemania fue, de hecho, un país troceado durante las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial porque los norteamericanos se opusieron a que una Alemania unificada fuera soberana, dado que ello implicaba que pudiera virar a la izquierda y mantener buenas relaciones con la entonces Unión Soviética. Un escenario temible para los norteamericanos, que se verían expulsados de Europa y reducidos de potencia planetaria a potencia regional.

Ya en los últimos años, EE.UU. ha mostrado en múltiples ocasiones su preocupación por la construcción de los gasoductos Nord Stream 2, ya que ello le hubiera podido proporcionar a Europa, en especial a Alemania, gas barato ruso, y a Rusia, ingresos adicionales. En varias ocasiones, numerosos políticos y personalidades norteamericanas se opusieron de forma abierta al Nord Stream 2. De hecho, en el artículo de Hersh se cita que Biden "haría utilizar todas las herramientas persuasivas que tenemos para convencer a nuestros amigos y socios, incluida Alemania, de que no sigan adelante con él". De la "soberanía", ¿recuerdan?

El Nord Stream 2 podría proporcionar la mitad del consumo anual de Alemania y duplicaría el suministro de gas ruso en Europa.

Resulta innegable, por tanto, que los gasoductos Nord Stream 2 se convirtieron en una pesadilla para EE.UU., ya que podrían permitir a Europa, y por supuesto a Alemania, disminuir o terminar con su dependencia de la nación norteamericana y de la OTAN. De hecho, en el último lustro, muchas han sido las voces que se han alzado en Europa solicitando la creación de un Ejército europeo y la recuperación del control de los asuntos exteriores, delegadas y subordinadas hoy a EE.UU. —valgan, por ejemplo, Emmanuel Macron o Angela Merkel—. No olvidemos que el Nord Stream 2, que fue terminado en septiembre de 2021, podría proporcionar la mitad del consumo anual de Alemania y duplicaría el suministro de gas ruso en Europa. Demasiado para EE.UU. y su "soberanía".

Recuerdo que cuando se produjeron las explosiones que inutilizaron tres gasoductos del Nord Stream 1 y 2, la mayoría de las voces occidentales acusaron sin piedad a Rusia. Hoy, tras la exclusiva de Seymour Hersh, la mayoría de los grandes medios occidentales guardan un ignominioso y cómplice silencio con el que seguir engañando a la ciudadanía. Hoy, más que nunca, tiene sentido que Occidente censure cadenas de televisión y presione a los medios de comunicación para acallar el juego sucio de su tirano. Es su "soberanía".

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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