La leyenda negra española como bandera del franquismo moderno
Si un día necesitamos que alguien nos dé una cátedra magistral de oportunismo, seguramente tendremos que invitar un miembro de la ultraderecha española. Los grupos marginales del pensamiento medieval y nostalgias negreras buscan en cada oportunidad nuevos envoltorios para su miseria humana e ideológica. Ellos que siempre fueron anticomunistas cavernícolas y nunca sintieron ni la más mínima afinidad por ninguna cultura del mundo, incluyendo a la española, y mil veces menos la rusa, ahora alzan sus voces 'solidarias', "contra la cancelación de la cultura rusa", de inmediato esgrimiendo su principal argumento, que es también el objetivo de una postura tan exótica para los defensores del fascista Franco: "Rusia y España han sido dos grandes imperios, con una gloriosa historia y son países europeos que han sido igualmente discriminados por la Europa anglosajona y rica, víctimas de las leyendas negras sobre su pasado, construidas por sus enemigos históricos".
Los franquistas españoles llaman "leyenda negra" a la historia de la conquista de las Américas. Fue un hecho confirmado y comprobado por los investigadores y los archivos, incluyendo los testimonios de los propios españoles de aquellos tiempos. Este no solo fue el genocidio más grande y más largo de la historia de la humanidad, sino que también significó la destrucción de grandes culturas y civilizaciones, que en muchos aspectos, incluidos los científicos y culturales, superaban a los del Imperio español, perdiendo su oportunidad de desarrollo por otros caminos tal vez más interesantes que el camino que tomó nuestra civilización decadente. Ya no tenemos cómo saberlo. Los fríos e impunes crímenes cometidos por los conquistadores y los colonizadores, con la complicidad de la Iglesia católica, durante siglos en contra todos los pueblos de América, son tan "leyenda" como el holocausto nazi de los judíos o la masacre de los armenios por los turcos, con la única diferencia de que la invasión española duró 300 años, lograron extinguir varias culturas y dejaron el nauseabundo legado del racismo en todos los países de América Latina. Negarlo es simplemente vergonzoso e inhumano.
Cada centímetro de tierra latinoamericana está empapado de dolor y tiene la huella viva del impacto de aquella carnicería que significó la llegada de los españoles, sin importar las disputas o guerras entre los pueblos indígenas que lo precedieron, otro de los argumentos infames usados por estos racistas que ahora nos vienen a enseñar "la verdadera historia", persistiendo así en su imperial deseo de iluminar al público ignorante —y no solo latinoamericano—.
El mismo término de "descubrimiento de América", un concepto tan europeo, de hecho, es un insulto a los seres humanos que allí vivían, que según la Iglesia católica de aquellos tiempos eran animales "salvajes y sin alma" y por eso podían ser cazados y tratados como tales.
El neoliberalismo con su brutal paso por Europa abrió una caja de Pandora, de donde salen los monstruos de todo tipo y para todos los gustos, que aprovechando la moda de declararse "antisistema", entran en su ensordecedor concierto-concurso de demagogias a la medida de todas las ignorancias humanas, incentivadas y promovidas por el sistema capitalista. Los que declaran ser hoy más "antisistema" son parte de esa construcción, la que da solidez a su diseño con toda la ilusión de libertades y discrepancias, algo invisible para el ojo acostumbrado a las pantallas tipo LED, OLED y retina.
Este es el principal peligro de este momento. Un ciudadano abusado, acosado y amaestrado por el poder de las corporaciones, encandilado por sus miles de diferentes luces del mismo color que emite el sistema, percibe que se hunde entre sus miedos y problemas y se siente tentado a agarrarse de algo sólido, simple y mágico. Y este es el momento cuando en el escenario aparecen diferentes populismos políticos con su hermano mayor: el fascismo.
Los franquistas españoles que deberían sentir una simpatía natural —aunque no sé si es aplicable este sentimiento a la bestia fascista— por el Azov ucraniano o los paramilitares colombianos, de repente fingen traicionar sus ideales y se ponen a criticar a la oficina suprema del nazismo actual: el Departamento de Estado de los EE.UU.
La consciencia mágica del pequeño ser humano, aturdido por tantos remolinos de la información y los vaivenes de la crisis, no le permite ver más allá de su necesidad de un sueño inmediato, y en este río revuelto por el sistema, él traga el anzuelo nazi, sin entender que el fascismo y el neoliberalismo, a pesar de los énfasis opuestos de sus discursos, son dos máscaras de la misma cara del mismo monstruo.
Aprovechando la confusión y la traición de varias izquierdas, la internacional de las ultraderechas nacionalistas se desvive por ocupar este vacío, y en su improvisación demagógica pierde los restos de la mesura y del sentido común, batiendo sus propios récords de la incoherencia. La ultraderecha, siempre supremacista, racista, misógina y sobre todo profundamente antihumanista, se disfraza hoy de la defensora de las causas justas y finge ser víctima inocente de las calumnias históricas, sin darse cuenta de lo grosera y repugnante que se ve.
Los franquistas que hace pocos años estaban tan de acuerdo con el asesinato de García Lorca "por rojo y maricón" y con la muerte de Miguel Hernández en la cárcel "por comunista y ateo", ¿ahora saldrán a la defensa del mundo multipolar? ¿Agregarán que el buen cristiano Franco conmutó la pena de muerte para Miguel Hernández por una prisión, donde él pudo morir tranquilo al cabo de unos meses? ¿Harán una declaración por la defensa de los derechos de las minorías y que no todos los comunistas son malos, para preparar una nueva queja contra la "leyenda negra sobre Hitler", que, al igual que los conquistadores unos siglos antes, traía a las bárbaras tierras orientales el orden, la civilización y la fe cristiana? ¿Cuánta manipulación y cuántas mentiras más?
Por suerte, en este mundo tan complejo y contradictorio, hay cosas muy claras y simples. Tenemos nuestros sueños, amores, valores y causas que jamás podemos ceder al enemigo ni mucho menos permitirle que hable a otros de nuestra parte. La ultraderecha española, latinoamericana, europea o de cualquier otra denominación de origen bajo ninguna circunstancia puede ser un interlocutor válido ni escuchable; por definición y por su propia historia es enemiga de la vida. Nos digan lo que nos digan, son lo mismo que el neoliberalismo, son su sombra marginal. Y las cenizas de los mundos indígenas americanos y las de la República española, no permitirán que confundamos nuestra historia.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.