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Сarta para una semilla, en el día del cumpleaños de Fidel

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Сarta para una semilla, en el día del cumpleaños de Fidel

Querido Fidel, si tuviera el honor y la suerte de haber compartido con usted, jamás se me habría ocurrido tutearlo. No por las cuestionables razones de un supuesto respeto por la jerarquía que da la edad, o por la importancia de su cargo político, o por su privilegiado lugar en la historia que no solo lo absolvió, sino que lo eligió y acompañó hasta el final. Sino que sería por esta admiración total y desbordada que siente un niño frente a un maestro que le entrega las llaves de una sabiduría que no existe en los libros ni en las grandes doctrinas, solo en los ejemplos humanos de carne y hueso como el de Ud.

Así torpemente y tartamudeando estoy tratando de explicar la emoción de muchos, y no solo latinoamericanos. Pero con su partida física, igual que con su irrupción en la historia, Fidel, pasó algo raro. Esperando ese momento pensábamos que se nos iba a derrumbar el mundo y que Cuba correría un nuevo riesgo, de ser inundada en lágrimas. Extrañamente, no pasó nada de eso, el mundo quedó en el mismo lugar y nuestra triste despedida de Ud. tuvo un elemento de alivio, ese que sienten los hijos que un día abandonan la casa paterna para, de una vez, enfrentar el futuro como adultos. Sentí, Fidel, que al partir dejaste de ser solo un profeta, o un padre o un guía espiritual de los materialistas. Te convertiste en un elemento de nuestro futuro, una posibilidad, un chance, una esperanza de algo enorme, invisible todavía, lo que se está gestando en nosotros gracias a este otro nuevo tipo de tu presencia, este que me permite tutearte. Por eso, al decidir escribirte unas líneas, Fidel, te pensé una semilla.

Reflexioné mucho esa frase de José Martí que te gustaba tanto: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". Imaginé las turbas de tus detractores, críticos y calumniadores a sueldo y gratis, tan desesperados por entrar en la historia, haciéndose más famosos, gloriosos o escandalosos que la competencia. Te confesaré, Fidel, que no hay una nada que me cueste comprender más, que entender que en este mundo con el mismo aire, la misma luz, tantas estrellas arriba y en los ojos de tantos seres humanos, siga existiendo, y al parecer sin ningún riesgo de extinción, tanta pequeñez y ordinariez. No me refiero a los grandes alineamientos políticos, que son lo de menos, sino en los corazones de los seres, ¿qué es lo que nos pasa?

Pensando en ti, como en una semilla, y hablando de los granos y de las siembras de estos tiempos, es inevitable mencionar el vergonzoso espectáculo de los granos en el mar Negro como la nueva siembra del hambre en el mundo, también las otras semillas secuestradas y profanadas por Monsanto, para que en los cinco continentes sigan brotando la muerte y el pasado. La idea de la semilla, del grano o del germen, la parte central de nuestro imaginario colectivo de la Génesis, junto con las grandes luchas de la izquierda, se están procesando en las grandes empresas capitalistas para convertir cualquier sueño humano en un puñado de harina, un 'commodity' con su respectivo rótulo y precio.

En estos días cuando se acercaba tu cumpleaños, querido Fidel, quise releer uno de tus discursos, que por su duración ya son parte del folclor latinoamericano, y busqué la Segunda Declaración de La Habana, la que pronunciaste el 4 de febrero de 1962. Después de terminar de leer el texto completo, sentí que tal vez no existe otro documento histórico que mejor nos explique el mundo de la segunda mitad del año 2023. Tampoco pude dejar de pensar en los jóvenes líderes africanos que están retomando los sueños y las armas de los años 60 pasados, dispuestos a levantar en las nobles tierras de su continente tu "Patria o muerte" que tanta falta le hace a este mundo convertido en un supermercado de las 'independencias'.

Extrañando el regreso de Bolívares y Guevaras a los suelos y los corazones de América, presenciamos el retorno de Lumumba y de Sankara a África, y tú, Fidel, no cabe duda, estás entre los combatientes negros, los que se preparan para enfrentar una nueva invasión imperialista, igual que cuando Cuba, sin dudar y sin pedir nada a cambio, puso su fuego y su sangre por la libertad de África.

Mientras los seudoizquierdistas de mundo, acostumbradamente enredados entre sus citas de los clásicos del marxismo, los protagonismos personalistas, los falsos purismos ideológicos y sus postulaciones para gerenciar el ala izquierda del edificio del capitalismo, siguen dividiendo a nuestros pueblos y sus luchas, hay quienes encontrarán, escarbando en las tesorerías de los sótanos de la historia, tus palabras hace más de medio siglo escritas, que parecen ser de hoy: "El divisionismo, producto de toda clase de prejuicios, ideas falsas y mentiras; el sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes, dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y progresistas de nuestros pueblos. Son vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento revolucionario que deben quedar atrás. En la lucha antiimperialista y antifeudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional. Estos sectores comprenden la inmensa mayoría de la población y aglutinan grandes fuerzas sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal. En ese amplio movimiento pueden y deben luchar juntos por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el bien de América, desde el viejo militante marxista hasta el católico sincero que no tenga nada que ver con los monopolios yanquis y los señores feudales de la tierra…".

No puedo dejar de pensar en Camilo Torres y en tantos curas ortodoxos rusos que guardan tu nombre y tu imagen sin importar tu ateísmo declarado. También en los santuarios caseros de los campesinos bolivianos, donde detrás de las velas prendidas, tu foto se ilumina al lado de la del Che, porque es sabido que ustedes dos ayudan a los pobres más que todos los santos oficiales juntos. Como un buen sabio te pudiste dar el lujo de no ser políticamente correcto y no encadenar la imaginación. En la política, cada vez más reducida a un almacén de clichés y lugares comunes, tu nombre llegó a ser un punto divisorio entre los amigos y enemigos de sus pueblos. Unos, son los que siempre hablaron de 'Fidel' y los otros, de 'Castro'.

Es extremadamente importante para estos tiempos recalcar que fuiste uno de los primeros pensadores políticos que siempre entendió la esencia fascista de la OTAN, y no dejaste de repetirlo públicamente, incluso en los tiempos cuando los líderes examigos y exaliados socialistas recorrían Europa, y los EE.UU. vendían la soberanía de sus pueblos al enemigo, ofreciendo de yapa su relación con Cuba. Luego como nadie defendiste a Slobodan Milosevic, mientras la 'izquierda democrática', la misma que hoy condena 'el imperialismo ruso', después de sacar las cuentas políticas, se convirtió en un cómplice de la guerra imperial contra Yugoslavia. Pasaron años y el 8 de octubre de 2014 escribías sobre el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg: "Ayer escuchaba las declaraciones del nuevo secretario general de la OTAN, antiguo primer ministro de Noruega, quien desde el pasado primero de octubre, hace solo seis días, asumió el cargo. ¡Cuánto odio en el rostro! ¡Qué increíble empeño en promover una guerra de exterminio contra la Federación Rusa!".

Fuiste muy crítico de muchos errores del 'socialismo real'; por ejemplo, nunca apoyaste el aplastamiento por el pacto de Varsovia de la 'primavera de Praga', pero mantuviste tus discrepancias para las conversaciones privadas entre los compañeros, jamás le diste ese gusto a la 'prensa democrática', ya que más que nadie sabías quién es el verdadero enemigo, tan hábil en la construcción de su discurso divisorio y lo importante que es no darle ninguna oportunidad propagandística.

Tus ideas quedaron para nosotros como una brújula ética, indicando al norte dentro de cualquier tormenta. Aunque lo más importante es esto otro. Hay varios que dicen ser nuestros compañeros y tratan de cambiar el mundo desde su resentimiento o su odio de clase. Por suerte, no les resulta mucho transformar nada así. Piensan más en los vientos, las tormentas y las tempestades, pero no tienen la paciencia y el cariño para lo esencial: la semilla.

Más que tus largos y brillantes discursos y entrevistas, te describe una respuesta tuya, que no llegó a ser ni una anécdota literaria. Es un alivio que la verdad no siempre sirva para la literatura. Cuando la escritora italiana Alba de Céspedes en una conversación contigo te preguntó cómo pudiste lograr una transformación tan radical como la que ella veía en Cuba, le respondiste simplemente: "Con gran amor"

Gracias por tu amor, Fidel, y feliz cumpleaños, semilla.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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