En Chile me sorprendió mucho ver a los partidarios de Pinochet, que le perdonaban fácilmente a su ídolo el golpe de Estado, las torturas y ejecuciones masivas de sus compatriotas, pero se mostraban extremadamente sorprendidos, decepcionados y nunca pudieron disculpar los hechos de corrupción de la familia del dictador ni de él personalmente, cuando todo esto salió a la luz. Pensé en Augusto Pinochet (por la misma incongruencia de los hechos) cuando vi las calles de Ucrania, de nuevo llenas de manifestantes protestando contra la corrupción de su Gobierno de asesinos.
Contra los revolucionarios de colores se está tejiendo una nueva 'revolución de colores', aunque todos sus colores de hoy sean monocromáticos, en todos los tonos del marrón. Y ni siquiera todas las comillas del mundo alcanzarían para definir a esto como 'revolución'.
La Oficina Anticorrupción (NABU) y la Fiscalía Especial Anticorrupción (SAP), fueron creadas en Ucrania con el dinero occidental y por iniciativa de los mismos socios occidentales. La reforma que incumbe a estas oficinas gubernamentales fue aprobada de manera relámpago, a diferencia de otras iniciativas que pueden durar hasta años tramitándose. Según la llamada "ley sobre la reforma de los órganos anticorrupción", estas oficinas dejan de ser independientes de la Oficina presidencial y pasan a estar bajo el control de la Fiscalía General (que igualmente está adscrita a la Presidencia).

Ese mismo Occidente que hace poco más de 11 años llevó al poder al régimen más corrupto y sangriento de la historia de todo el espacio postsoviético, en el territorio de la antigua Ucrania, se inventa para su propia obra, unas estructuras ficticias "anticorrupción".
Pero incluso estas nominales oficinas, le generaron tanto miedo al régimen de Zelenski que él se apresuró a neutralizarlas, quitándoles la independencia del poder presidencial y acusándolas de ser "agentes de Moscú".
El pueblo infeliz, que soportó en silencio el cierre de las fronteras para todos los hombres menores de 60, la caza de personas durante los últimos años en las calles de todo el país, el genocidio de su memoria histórica y la castración de las últimas libertades de los ucranianos, ahora está "indignado" por la privación de independencia del poder de unas supuestas estructuras anticorrupción y "sale a protestar masivamente", como dicen los medios locales. ¿Cómo es posible algo así?
Si estos manifestantes defendieran los ideales soviéticos, la Iglesia ortodoxa, la memoria de los soldados vencedores del fascismo, cuyas tumbas se profanan en el país o se pronunciaran en defensa del idioma ruso, los aplastarían en cinco segundos, entre las fuerzas del orden y los grupos paramilitares nazis.
Pero se expresan libremente, hasta se dan el lujo de insultar al presidente, llamándolo "demonio", mientras en Ucrania arrestan y golpean a las abuelitas por llevarles flores al Soldado Desconocido. Algunos de ellos, por ejemplo, los que salieron a protestar contra la corrupción en la ciudad de Ternopol, en Ucrania Occidental, gritaron el lema de ultraderecha: "¡Ucrania está por encima de todo!", copiada del original nazi alemán y terminaron exigiendo "la muerte a los rusos". Estaban dentro de lo políticamente correcto, merecían respeto. No pasa nada, incluso violando la ley marcial de un país que está en guerra, con un estado de excepción que justifica que el líder del régimen no convoque elecciones.
Son marchas para la catarsis, el desahogo, donde se puede fingir realmente lo que sea. El patriotismo, la lucha contra la corrupción, la expresión democrática, la preocupación por su pueblo. Una gran escuela de simulacro de la sociedad civil, que siempre se mueve conforme a los intereses del poder, independientemente de su signo ideológico.
El actual carnaval político en las calles ucranianas repite patrones de lo visto allí hace años, cuando el salto hacia el actual abismo histórico todavía recién se preparaba. Como siempre, con su lema preferido de lucha "anticorrupción", como si el capitalismo que ellos adoran y defienden pudiera existir sin este esencial elemento. Este grotesco espectáculo se arma, por un lado, para convencer a los telespectadores tan alejados de la realidad ucraniana, de que en el país aún quedan algunos vestigios de democracia. Y, por otro, puede servir para probar los mecanismos 'ciudadanos' que permitan 'deshacerse' de Zelenski "mediante las fuerzas de la sociedad civil", si el poder supremo así lo define. Para cambiarlo, por ejemplo, por el ex comandante en jefe Valeri Zaluzhny, refrescando la marioneta y evitando cualquier cambio significativo en la administración colonial.

Existe otra explicación bastante difundida del porqué la Oficina presidencial les dio la orden a los diputados para que votaran contra la independencia de las estructuras anticorrupción: porque Zelenski temía procesos penales contra Andréi Yermak, el jefe de la presidencia, y contra Timur Mindich (socio de Zelenski), dos personajes muy corruptos y muy cercanos al líder del régimen ucraniano.
Según esta versión, esa es la principal razón que lo justifica. El jefe de la Oficina presidencial está consolidando la vertical del poder y ahora todas las estructuras del país le rinden cuentas solo a él. Y por eso ahora los aliados occidentales de Ucrania están seriamente preocupados por el compromiso del líder del régimen ucraniano con los "valores democráticos". Los embajadores de los países del G7 expresaron su indignación y declararon que están siguiendo de cerca la situación, tratando de presionar a Zelenski.
Creo que es una versión romántica, muy conveniente al régimen de Kiev. A los G7 y a sus organismos internacionales jamás les ha importado los valores democráticos ni en lo más mínimo. Lo único que les interesa es el control total del poder en Ucrania, y viendo el natural desgaste de Zelenski, ellos buscan mecanismos más cómodos para removerlo del poder y que ese proceso, sea presentable al público como un "nuevo triunfo de la joven democracia ucraniana". La Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania, afirma ahora que Rusia quiere provocar protestas en Ucrania en apoyo a la Oficina Nacional Anticorrupción, para así debilitar la defensa ucraniana y la ayuda occidental. Tendrían que inventar algo más novedoso o terminarán acusando a los líderes de los países de la OTAN, de ser todos agentes de Putin.
Lo que estamos viendo en Ucrania no es ninguna rebelión ciudadana contra el poder, es al igual que el golpe del Maidán, una manipulación de las tantas agencias 'no gubernamentales' de Occidente, de las que está repleto el país, una terapia preventiva para evitar cualquier tipo de rebeliones. Independientemente de todos los bonitos nombres que les dan a estos procesos, y que se inventan en pocos minutos, los mercenarios intelectuales luchadores profesionales contra la corrupción.