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EE.UU.-Colombia: un 'show' antidrogas y castigo del imperio

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EE.UU.-Colombia: un 'show' antidrogas y castigo del imperio

El principal traficante y consumidor de cocaína del mundo, Estados Unidos, el mismo que desde sus buques de guerra hunde lanchitas pesqueras frente a las costas venezolanas, eliminó a Colombia de la lista de países que combaten el narcotráfico.

Para la administración Trump, Colombia está ahora entre los países "que se niegan a cooperar en la lucha contra la producción y distribución de drogas", por lo que el país ha perdido su estatus de aliado de Estados Unidos en este ámbito y la ayuda financiera de EE.UU. para su lucha contra el narcotráfico. Aparte de Colombia, otros países que tienen esa categoría, según la Casa Blanca, son Afganistán, Bolivia, Myanmar y Venezuela.

La prensa colombiana se llena de lamentos y maldiciones por esta decisión. Pero como decía el gran colombiano Jaime Garzón: "Aquí todo el mundo tiene opinión, pero pocos tienen argumentos". ¿Es realmente tan grave lo que ha sucedido?

Todos los gobiernos anteriores al de Petro lucharon contra el narcotráfico tan mal o peor que este, incluso el de Samper, quien también sufrió la descertificación en 1996, en medio del escándalo por la investigación de la presunta entrada de dineros calientes en su campaña. No fue la única sospecha, ya que lo de otros fue bastante conocido, pero tampoco comprobado jurídicamente, ya que la Justicia colombiana ha sido parte del mismo sistema.

Porque para hablar de la lucha contra los cultivos ilícitos en Colombia hay que entender que existe un problema estructural, es decir, que ha permeado absolutamente todas las estructuras institucionales, estatales y de toda la sociedad. Un Estado que durante décadas se convirtió en parte de la empresa global del narcotráfico, que en gran medida sostiene la economía norteamericana, no podría erradicar el mal solo arrancando unas maticas más de coca en territorios donde el Estado nunca estuvo presente y donde la supervivencia de cientos de miles de campesinos sigue dependiendo de estos cultivos.

La Colombia profunda es el territorio de nadie, donde manda la mano armada del terrateniente o del narcotraficante, y en la mayoría de los casos, la de ambos.

A partir de este momento, las élites militares y policiales colombianas, aunque se han quedado con mucho menos dinero, su país ha ganado un poquito más de soberanía. Pero esté o no en la lista de los "luchadores contra el narcotráfico", Colombia sigue siendo un país estructuralmente dependiente de Estados Unidos, en el que, independientemente del color político de las autoridades nacionales, sigue gobernando una oligarquía orientada hacia Estados Unidos y cuyas fuerzas de seguridad (al igual que las del crimen organizado), están total y completamente formateadas por Estados Unidos.

Es posible que la actual decisión del gobierno de Trump se relacione de alguna manera con los planes militares que tiene contra Venezuela. Algunos expertos afirman que el punto de partida ideal para una invasión no sería el mar Caribe, sino el territorio colombiano, donde hay varias bases militares oficiales de Estados Unidos y numerosos puntos con presencia militar estadounidense en diversas "esferas de cooperación".

Recordemos que la introducción de las drogas y del narcotráfico a Colombia fue obra de EE.UU. desde los años 70, que aparte de representarle un gran negocio, cumpliría con varios otros objetivos no menos importantes: justificar la presencia militar estadounidense de manera permanente en su territorio, controlar las fuerzas políticas del país, financiándolas por esta vía, tener una fuente inagotable de ingresos para cualquier guerra sucia u operaciones secretas propias y descomponer por dentro a la sociedad colombiana para su mejor control.

La importancia de Colombia para EE.UU. en el aspecto geopolítico es imposible subestimarla: acceso a sus dos océanos, las enormes riquezas de la Amazonía y los Andes y la frontera con Venezuela, el país que más reservas de petróleo tiene en el mundo.

Todo esto, ambientado por el morbo folclórico y hollywoodense de Pablo Escobar, que no es más que una de las tantas muestras de la narcocultura, promovida activamente por los grandes medios estadounidenses, que contagió por completo a la sociedad colombiana y mundial.

La actual exclusión de Colombia de los países que combaten el narcotráfico parece ser una señal para las élites colombianas, racistas, cavernícolas y paramilitares, de que deben ponerle fin al gobierno de Gustavo Petro que, por su pasado de izquierda y algunas declaraciones actuales, es poco confiable para la lógica fascistoide de Marco Rubio, que como dice la canción, "habla español, pero piensa en inglés". 

La reciente decisión de EE.UU. es, antes que nada, un golpe contra Petro. El presidente colombiano, quien ganó la elección prometiendo "construir un capitalismo moderno" en vez del feudalismo reinante en el campo, lo estaba cumpliendo, actuando con mucha cautela y evitando enemistarse con los poderosos. Petro trató de bailar con todos, pero en la política actual esto cada vez será menos posible.

Nunca se atrevió a acercarse demasiado al proyecto chavista bolivariano de Venezuela, siempre tuvo mucho cuidado de mostrar alguna coincidencia con las FARC, nunca tuvo ningún conflicto con la administración demócrata estadounidense, todo lo contrario, reafirmó su alianza estratégica con el imperio y hasta invitó a la OTAN a la selva amazónica para "apagar incendios forestales", pero tampoco se dejó involucrar en el conflicto con Rusia, ni con China.

Es comprensible que, si Petro fuera un revolucionario de izquierda, en Colombia y en EE.UU. hay fuerzas y métodos que jamás habrían permitido que llegara a la Presidencia. Pero el solo hecho de tocar los temas sociales y hacer los tímidos intentos de defender los intereses del pueblo o de buscar la mínima soberanía, logró enfurecer al nuevo patrón de la Casa Blanca. Tenía que ser Trump con su estilo de sheriff del salvaje oeste, quien entra en conflicto ya con tres grandes países de Sudamérica: Venezuela, Brasil y Colombia. Y todavía, quedan pendientes México y Panamá. Panamá, que, aunque bajo la presión estadounidense ya rechazó el megacontrato con China, sigue en espera del reclamo de Trump para que le sea devuelto "su canal". De paso, recordemos que Panamá era un departamento de Colombia y el proyecto de independencia, quizás una de las primeras revoluciones de colores ideada por EE.UU. en 1903, pues el creciente capitalismo norteamericano necesitaba para su desarrollo el canal de Panamá. Y hoy, lamentablemente, estamos viendo el triste 'déjà vu' de la conocida historia latinoamericana.

Respecto a la lucha real contra las drogas, creo que la única forma real de combatir con éxito al narcotráfico sería devolviendo el sentido de vida a las almas de los habitantes de Estados Unidos y de otros países ricos, para que, en lugar de suicidarse en masa con las drogas, se gasten su dinero y sus sueños en algo más interesante.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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